jueves, 17 de diciembre de 2009

El milagro de las aceitunas


Recuerdo..... ah si, recuerdo cuando mas joven, no mucho mas joven , pero mas joven al fin. Vijajaba en la 45 todas las mañanas, no por que fuera el unico bus que podia tomar, sino porque era el único que me permitía ver a un amor platónico que tenia. Una diosa que habia puesto en un pedestal que no tenia intención de tocar jamás. Tenia 18 y viajaba en el carro rumbo a la U, ella con rumbo a su colegio... estaba e quinto de secundaria. En fin cosas que generaran poco interés. Lo que si es importante es como la conocí, o mejor dicho de que forma la ví. Un dia sentado en el carro, mientras miraba a la ventana, sentí como alguien se sentó a mi costado; no le tome importancia a este suceso. Paso unos y mire a mi costado, Dios Mío: era una chica bonísima (según los parámetro de belleza que yo tengo en cuenta), sus ojos eran una mezcla de chocolate caliente y miel, sus cabellos ondulados eran oscuramente castaños, mientras que su tono de piel es dificil de explicar, parecia bronceada o salida del solárium.... q bello color. Obviamente no me atrevía hablarle, ni lo haría jamás. Desde ese día viajaba tomando ese carro, con el objetivo de verla aunque sea unos instantes. Varias veces la encontre, incluso en ocaciones sesento a mi costado. El unico problema que le encontraba era que la veia un tanto frívola, se arreglaba demasiaso, o quizas no. Digo kizas no, porque yo soy despreocupado con mi apariencia física.
Precisamente esa supuesta ``frivolidad´´ fue una excusa que busque para no acercarmele. Tengo que reconocer que soy de esos tipos que buscan cualquier excusa para justificar lo injustificable. La cuestión es que todos los días salia 10 minutos antes de las 7, con la ilusión de encontrarla... y simplemente... mirarla. Me la encontraba en el microbus 2 o 3 días a la semana, asíque si analizamos fríamente al situación... un chico normal hubiese tenido hartas probabilidades de, como se dice ´´hacerle el habla``, pero como se trata de mi persona.. tendremos que acotar que era, realmente, poco probable que me acercase a ella y le dijese: De niño papá y mamá me dijeron que no hable con extraños, pero esta mañana voy a hacer una excepción. Entonces el tiempo fue pasando y pasando... y con ello no disminuyo mi cobardía y timidez. Así que ya casi se terminaba el año escolar y con ello el hecho de que al año siguiente su vida cambiaría de ruta, o por lo menos cambiaría de ruta de micro... porque ella terminaba ese año el cole; así que un día me la volví a cruzar en el micro ( como casi todos los días), la miré, y sentí que tenía que hablarle. Dentro de mí una voz susurraba de forma ensordecedora: Hablale huevón, ya casi se termina diciembre!!!! Y para variar, no podía acercarmele; cuando el micro frenó abruptamente, por suerte tanto ella, su amiga, como yo estábamos sentados. En eso miré al piso y vi como cientos de aceitunas rodaban hacia la parte delantera del carro; estas eran de un señor que había subido unos 15 minutos antes con un balde lleno de aceitunas y se había sentado en la parte posterior del vehículo. Miré el hecho impávido y solo atine a exclamar: Ya fue. En ese momento sentí que había dicho las palabras correctas, con la entonación correcta, como para que ella me mirara y así quizás pudiese establecer la conexión que tanto anhelaba. Lastimosamente, o quizás, afortunadamente; como cantaría Rubén Blades, la vida nos da sorpresas.. sorpresas nos da la vida; ella simplemente miró las aceitunas y luego al señor y exclamó: pobrecito. Se inclino en su asiento y empezó a recoger las aceitunas que pasaban por delante de ella.Al ver esa escena, no sabía donde esconder el rostro, así que lo único que atine a hacer fue a agacharme y a recoger las aceitunas que pasaban frente a mi.
Una señora la miró y le dijo: Te puedes ensuciar.
A lo que ella le respondió: No importa.
Le señora volvió a insistir: es que hijita, vasa quedar apestando a aceitunas.
Pero ella fiel a sus convicciones le respondió: Señora, eso es lo de menos - y siguió recogiendo aceitunas, mientras su amiga se había arrinconado en su asiento y levantaba los pies para que ni sus zapatillas se impregnaran del olor de las aceitunas.
Cuando volví a mirar al piso,me di con la sorpresa de que todas las aceitunas habían sido recogidas por los pasajeros, y que el balde estaba casi repleto de aceitunas.

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